Vino y literatura - 1- : ODA AL VINO, Omar Jayam

Jueves Alucinados con el profesor Xavier




Por qué vendes tu vino, mercader?
¿Qué pueden darte a cambio de tu vino?
¿Dinero? … ¿Y qué puede darte el dinero?
¿Poder? … ¿Pues no eres el dueño del mundo
cuando tienes en tus manos una copa?
¿Riqueza? … ¿Hay alguien más rico que tú,
que en tu copa tienes oro, rubíes, perlas y sueños?
¿Amor? … ¿No sientes arder la sangre en tus venas
cuando la copa besa tus labios;
no son los besos del vino tan dulces
como los más ardorosos de la hurí?
Pues si todo lo tienes en el vino,
dime mercader: ¿por qué lo vendes?

Poeta, porque haciendo llegar a todos mi vino,
doy poder, riquezas, sueños, amor...;
porque cuando estrechas en tus brazos a la amada,
me recuerdas;
porque cuando quieres desear felicidad al amigo,
levantas tu copa;
porque Dios cuando bendijo el agua la trasformó en vino,
y porque cuando bendijo el vino se trasformó en sangre...
Si te ofrezco mi vino, poeta...
¡No me llames mercader!



Omar al-Jayyam u Omar ibn al-Jayyam, era un matemático, astrónomo y poeta persa, nacido en Nishapur, la entonces capital selyúcida de Jorasán (actual Irán). La traducción literal de su apellido es "fabricante de tiendas", profesión que alguna vez ejercio su familia, su padre Ibrahim Omar Jayyam fue medico herbal y cabeza de una familia de clase media-alta.
La obra poética más destacada de Omar Jayam es el Rubaiyat, que posee 1000 estrofas epigramáticas de cuatro versos que hablan de la naturaleza y el ser humano.
La lectura del Rubaiyat significa un acercamiento a la literatura oriental. Contiene un profundo sentido humano que canta los deleites del amor y los goces de la vida que con las transposiciones de amargura y optimismo, conforman el carácter del individuo acentuado en su realidad. La vida exige al hombre duros sacrificios porque es esclavo de sus propios prejuicios. Entre tantos absurdos no disfruta de su efímera existencia. Jayam quiere convencer al hombre de que está equivocado y lo invita a que se desnude de dogmas y doctrinas para que aproveche de los valores tangibles de la naturaleza.
Cuando hayamos muerto, no habrá ya rosas ni cipreses,
 ni labios rojos ni vino perfumado; 

tampoco habrá ni penas ni alegrías, ni auroras ni crepúsculos.

El universo se aniquilará,

puesto que su realidad depende tan sólo de nuestro pensamiento.

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