Gigantes: 2

Miércoles Imaginarios con el Profesor Xavier


Historia mínima XXIV, de Javier Tomeo.

Aldea y páramo. Sol de ocaso. PADRE e HIJO están sentado en la linde del camino que conduce al cementerio. Sobre la tierra húmeda, los gusanos avanzan gracias alas contracciones de una capa muscular sucutánea.
HIJO. Padre.
PADRE. Dime.
HIJO. (Alargando el brazo y señalando el horizonte). Mira aquel molino.
PADRE. ¿Dónde ves tú un molino?
HIJO. Allí.
PADRE. Aquello no es un molino, hijo.
HIJO. ¿Qué es, entonces?
PADRE. Un gigante.
HIJO. ¿Un gigante?
PADRE. No hay duda. Fíjate bien. Ahora está quieto, oteando el paisaje. Pero dentro de un momento se pondrá a caminar y a cada zancada avanzará una legua.
HIJO. (Tras un intervalo de silencio). Padre.
PADRE. Dime.
HIJO. (Con voz compungida). Yo no veo que sea un gigante.
PADRE. Pues lo es.
HIJO. ¿Un gigante con puertas y ventanas? ¿Un gigante con tejas y aspas?
PADRE. Un gigante.
HIJO. (Tras una pausa). Padre.
PADRE. Dime.
HIJO. Yo sólo veo un molino.
PADRE. ¿Cómo? ¿Un molino?
HIJO. Sí, un molino. El mismo de siempre.
PADRE. (Con voz grave). Tomás.
HIJO. Qué.
PADRE. (Volviendo lentamente la cabeza y mirando en derechura a los ojos del hijo). Me preocupas.
Silencio. PADRE e HIJO permanecen inmóviles, sin cambiar ya más palabras. Llega por fin la noche y la luna se enciende.

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