El miércoles imaginario pasado dediqué la publicación a los Gigantes, una primera parte que el tema es amplio. Es justo que esta semana lo dedique a los Enanos.

Cuentan las leyendas que la raza de los Enanos fueron generados por el suelo, formándose a modo de gusanos en la carne de Ymir, el gigante primegenio, el Titán de Escarcha. Los que habéis leído algunas de las aventuras de J.R.R. Tolkien, concretamente "El Hobbit", conocereis ampliamente las características de estos enanos: pequeños (entre 1'20 y 1'50), robustos, corpulentos, fuertes, recios y sumamente habilidosos; excelentes herreros que daban forma a objetos que dotaban de propiedades extraordinarias, como el conocido anillo cuya posesión motiva toda la aventura.
Y es que Tolkien era un gran conocedor de la Mitología Global, de la Germánica, Islandesa y Celta en particular, y se inspira en sus personajes y situaciones. El caso más evidente, vinculado con el tema que nos trae, los Enanos, es el célebre poema épico "Cantar de los Nibelungos", un romance medieval que narra la gesta de Sigfrido, cazador de dragones de la tribu de los burgundios, que, valiéndose de su ingenio y no pocos artificios, consigue la mano de la princes Krimilda. Los Nibelungos eran un pueblo mitológico de las leyendas germánicas gobernado por el príncipe "Nibelung", enanos oscuros que vivían en las profundidades de la tierra y se dedicaban a la extracción de metales. Poseían un enorme tesoro que se encontraba en el fondo del río Rin y habían robado a las ninfas que lo custodiaban. El rey de los nibelungos poseía un anillo que tenía poderosas propiedades mágicas y atraía la desgracia a su portador. El caballero Sigfrido mató a los príncipes nibelungos Nibelung y Schilbung tras discutir con ellos sobre la forma de repartir el tesoro.
Otras meritorias obras que surgen de este obra son las conocidas óperas de de R. Wagner: "El oro del Rin", "La Valkiria", "Sigfrido" y "El ocaso de los dioses".
No hay comentarios:
Publicar un comentario