En el "Libro de Seres Imaginarios"(o Manual de zoología fantástica) de Jorge Luis Borges y Margarita Guerrero se describe un curioso híbrido entre el reino animal y el vegetal: el Borametz.
"El Cordero vegetal de Tartaria, también llamado Borametz y polypodium Borametz, y polipodio chino, es una planta cuya forma es la de un cordero, cubierta de pelusa dorada. Se eleva sobre cuatro o cinco raíces; las plantas mueren a su alrededor y ella se mantiene lozana; cuando la cortan sale un jugo sangriento. Los lobos se deleitan en devorarla. Sir Thomas Browne la describe en el tercer libro de la obra Pseudodoxia Epidemica (Londres, 1646). En otros monstruos se combinan especies o géneros animales; en el Borametz, el reino vegetal y el reino animal.
Recordemos a este propósito, la mandrágora, que grita como un hombre cuando la arrancan, y la triste selva de los suicidas, en uno de los círculos del Infierno, de cuyos troncos lastimados brotan a un tiempo sangre y palabras, y aquel árbol soñado por Chesterton, que devoró los pájaros que habían anidado en sus ramas y que, en la primavera, dio plumas en lugar de hojas."
Aunque se hallen menciones crípticas a árboles que dan lana desde Herodoto hasta Teofrasto y Plinio, es una fábula judía la que introduce el tema del “zoófito” a inicios del siglo XIII. Se trata del comentario del rabino Simeón de Sens al Talmud (1235), que refiere una criatura llamada Jadu´a, enigmáticamente aludida en Levitico (XIX, 31): “Una especie de cuerda sale de una raíz en el suelo y a la cuerda está sujeto por el ombligo, como una calabaza o un melón, el animal llamado jadu’a; pero el jadu’a es igual a los hombres en todo: cara, cuerpo, manos y pies. Lo rompe y lo destruye todo hasta donde alcanza la cuerda. Hay que romper la cuerda con una flecha y entonces el animal muere”.
La historia del Cordero Vegetal de Tartaria (Agnus scythicus o Planta Tartarica Barometz) aparece en 1330 bajo la pluma del viajero Odorico de Prodenone. Nos informa de que en la región del Cáucaso “nacen melones enormes, los cuales melones, cuando están maduros, se abren por sí mismos y en el interior se encuentra una bestezuela grande y con la forma de un cordero”.
Podríamos decir que el mito nació para explicar la existencia del algodón, cuando aún no se sabía que era una fibra vegetal.
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