Finaliza un plazo, una convención temporal establecida para la medición, una magnitud sujeta a cambios. Despedimos una cifra que a partir de este momento asociaremos a momentos inolvidables causados por el dolor, la indignación, la efusividad o la alegría, unos como otros tremendamente ligados a la vida.
El pasado ahí está, es preciso revisarlo, meditarlo, en ese necesario esfuerzo de aprendizaje en el que el objeto de estudio es uno mismo... pero eso será en un futuro, en este corto presente que nos acerca a un año futuro toca prepararse. Es momento de establecer planes y estrategias, de buscar alianzas, de limpiar la mente en el claro objetivo de volverla a cubrir de imágenes, sonidos, olores, sabores, pura emoción.
Respiro, tomo aliento y elevo la voz para alentaros, queridos alumnos y alumnas, entidades especiales, seres extraordinariamente capacitados, tanto los que amparados en vuestra diferencia buscasteis refugio, como los que, tras localizaros, fuisteis invitados a forma parte de nuestra escuela para jóvenes talentos: es la hora de luchar.
En este momento de oscuridad es precisa vuestra luz. Los duros entrenamientos han dado su fruto y, lo que en un momento fuisteis un simple grupo de individuos que dormíais bajo un mismo techo, os habéis convertido en poderoso ejército. Mas vuestra única arma será la sensibilidad y empatía, vuestro uniforme el dulce gesto y la palabra amable, como única munición vuestro ingenio.
Salgamos a la calle a recibir el nuevo año, congratulémonos con el desconocido, abracemos al anónimo, contagiemos a la especie humana de nuestra enfermedad: el amor y alegría.
No esperemos más. Llegó nuestro día.